domingo, 18 de septiembre de 2022

Igualdad, ¿para cuándo? Reflexiones de una abuela

No deja de sorprenderme, cuando pienso en discriminación de género, en el tratamiento que la sociedad da a un mismo hecho dependiendo de si quien lo protagoniza es un hombre o una mujer.

Hace unos años una conocida actriz publicó en Instagram un vídeo de uno de sus hijos trepando por una nevera para, al parecer, tratar de alcanzar unos caramelos. Las reacciones no se hicieron esperar, recibió miles de comentarios, algunos positivos, claro, pero una gran parte de ellos en la línea de que si era muy peligroso lo que el niño estaba haciendo, que esperaban que la nevera estuviera anclada a la pared, que si perecía un mono, que vaya una manera de educar, que alguien debería poner límites a ese niño, etc.

El mismo día su marido, otro famoso actor de reconocido prestigio que se ha puesto en varias ocasiones en la piel de un súper héroe de cómic, publicó el mismo vídeo y ¡oh, sorpresa!, en este caso la mayoría de los comentarios eran positivos: “épico”, “parece Spiderman”, “digno hijo de su padre“, “vaya alpinista” …

Cierto es que en las redes sociales parece que haya patente de corso para decir lo que cada uno quiera y faltarle el respeto a quien se considere oportuno; de eso tampoco se libran los hombres, por supuesto. Pero este caso en concreto es muy significativo, ya que la misma información compartida por una mujer y por un hombre recibe una respuesta tan contraria: A la mujer se le juzga por su función de cuidadora, al hombre, sin embargo, se le juzga en función del súper héroe que interpreta en la pantalla, nunca como responsable del niño.

Por eso, cuanto más profundizo en el tema, más difícil me parece que lleguemos algún día a vivir en una sociedad igualitaria. Tanto, que veo muy optimista que la ONU lo crea plausible para 2286, porque son muchos los años de opresión que llevamos a nuestras espaldas y porque el patriarcado se adapta perfectamente a cada uno de los avances conseguidos, con el objetivo de tergiversar todo y de que volvamos a retroceder. Y eso que se supone que vivimos en una sociedad privilegiada con unas políticas sobre igualdad de lo más avanzadas. En teoría, al menos.

No me considero una persona pesimista, pero como mujer que soy he de reconocer que este tema me produce desesperanza. ¿Cómo vamos a conseguir nunca hablar de igualdad si tenemos tan interiorizados los estereotipos de género? ¿Qué podemos hacer desde los hogares para contrarrestar toda la información con que bombardean a los niños y las niñas que contradicen lo que les enseñamos en casa? ¿Cómo voy a enseñar a mi hija a reconocer que una relación es nociva si (verídico) en el colegio una profe le cuenta que a Carmen, la de la ópera, la mataron porque la querían mucho? ¿Cómo podemos convencer a los hombres que nos rodean de la desigualdad que padecemos, si no la ven porque no la sufren, si piensan que exageramos? ¿Cómo luchamos contra las nuevas teorías que tan convenientemente confunden género con sexo? ¿Cómo pretender erradicar la explotación sexual si es uno de los mercados más rentables que existen?

Ojalá me equivoque, pero la viñeta que publicó Flavita Banana en su cuenta de Instragram, con la que acompaño estas reflexiones, reflejan perfectamente lo que pretendo decir.



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